Estamos viviendo tiempos convulsos, de grandes cambios y mayor incertidumbre, experimentar todo esto nos afecta a nivel físico y también a nivel mental. Estamos más alerta y eso hace que nos sintamos más irascibles, confusos y con nuestros niveles de paciencia bajo mínimos.
El tiempo del confinamiento ha traído más y peor convivencia en nuestros hogares, en el sentido en que no hemos podido hacer nada más que estar en casa, compartiendo las 24 horas del día. A raíz de esta experiencia, me he encontrado con un mayor número de parejas en mi consulta solicitando terapia, el principal motivo ha sido: “problemas de convivencia”
Este artículo no trata ni mucho menos de suplir a una terapia, sino de dar unas pequeñas pautas para mejorar la comunicación con tu pareja; siendo esto extensible al resto de personas con las que nos relacionamos (amigos, compañeros de trabajo, familiares, etc.)
Vamos a explicar brevemente en qué consiste LA COMUNICACIÓN NO VIOLENTA (Marshall Rosenberg).
Este modelo busca una comunicación efectiva, coherente y empática con los demás y con nosotros mismos.
Esta es la fórmula de esta teoría de la comunicación:
- Describir el hecho
- Localizar la emoción
- Descubrir la necesidad
- Formular una demanda o petición
Al describir el hecho debemos evitar caer en:
- Juzgar (“eres un egoísta”)
- Clasificar o etiquetar (“Eres de los que siempre llegan tarde”)
- Hablar en tercera persona (“Las personas normales no se comportan así” “Uno se indigna cuando le hacen algo así”). En lugar de eso, hablamos en primera persona “yo me enfado”.
- Utilizar un lenguaje desresponsabilizar (“Me has enfadado”, “Sacas lo peor de mi”). Haciendo esto nos ponemos en el lugar de víctima y nos arrebatamos a nosotros mismos el poder y la capacidad de cambiar lo que sentimos; siempre voy a ser el resultado de lo que los demás digan o hagan. Si por el contrario me responsabilizo de lo que siento, tengo libertad para cambiar lo que de mí depende. Ejemplo: “Yo me enfado cuando tu no me contestas”.
- Utilizar “peros y sin embargo’’. El “pero” desvaloriza nuestro primer enunciado y hace que pese más el segundo “Eres muy cariñoso pero me gustaría que me llamarás más a menudo”. En lugar de eso, utilizar Y: “Eres muy cariñoso y me gustaría que me llamarás más a menudo”
El paso 2, al localizar la emoción, es bueno preguntarse: ¿Cómo me estoy sintiendo? Y darnos cuenta de que emoción está presente y donde en el cuerpo la localizo. Este conocimiento se va adquiriendo con la práctica, de este modo vamos recuperando el contacto con nuestro cuerpo, en lugar de racionalizarlo todo (mente). Nuestro cuerpo sabe y además expresa nuestras emociones y las guarda, cuando no somos capaces de moverlas y transformarlas, pudiendo llegar a enfermar.
Ante la pregunta de cómo me siento, es fácil caer en la trampa de responder con un pensamiento o interpretación: “siento que no le importo”, “siento que está demasiado ocupado”, ambos son ejemplos de pensamientos, no de sentimientos, realmente sería: “Me siento triste”, “me enfado”.
En el paso 3, descubrir nuestra necesidad, nos lleva a diferenciar entre el estímulo que despierta una emoción y la causa de esa emoción, por ejemplo, si yo me enfado porque Pedro no responde a mis mensajes, el estímulo es que no me responde, pero esa no es la causa de mi enfado, la causa es que yo no siento satisfecha mi necesidad de ser prioritaria para él.
Es importante: 1º aprender a tolerar mis emociones difíciles
2º revisar mi necesidad y ver si realmente es una necesidad exigible
Respecto al paso 4, a la hora de hacer una petición es importante que esta sea lo más concreta posible; no serviría “necesito sentir que te importo”, sería mejor concretar en: “Me gustaría que me respondieras a los mensajes si ves que te he escrito”, formulada en positivo, en lugar de “necesito que no me ignores”, sería “necesito que me prestes atención”, y debe ser una petición no una orden: “Quiero que respondas mis mensajes” es una orden, “me gustaría que me respondieras” es una petición.
La propuesta de comunicación saludable es BIDIRECCIONAL: me miro, me escucho y expreso y permito que el otro también se mire, se escuche y exprese.
Bibliografía
- Comunicación no violenta: Un lenguaje de vida (Marshall Rosenberg)
- La asertividad, expresión de una sana autoestima (Olga Castanyer)