El mindfulness o “Atención plena” está poco a poco demostrando su eficacia a todos los niveles: físico, mental y social.
Esta es una práctica que implica enfocar la atención en algo determinado que está aconteciendo en el momento presente de manera intencionada. Esto se hace con la finalidad de entrenar la mente para que esté más despierta en lugar de permanecer sumida en los pensamientos que no cesan. Sería como desactivar el piloto automático de la mente y aquietar los pensamientos, para conseguir así estar más relajados a la vez que presentes en lo que está sucediendo.
Son cada vez más el número de colegios y escuelas que han introducido ya la práctica del mindfulness en sus aulas. Dedicando al menos 10 minutos al día a practicarlo.
Como dice Jon Kabat-Zinn, responsable de introducir esta práctica en Occidente a finales de los 70: “Este aparente no hacer nada, hace mucho a nivel interno” . Y es que, la Neurociencia, que avanza a pasos agigantados en estas últimas décadas, está probando los cambios que se producen a nivel cerebral con la práctica continuada del mindfulness.
¿Por qué introducir esta práctica en los niños?
Los motivos son muchos, enumeramos unos cuantos:
- Ayuda a reducir el estrés o la ansiedad infantil, cada vez más presente a edades tempranas.
- Mejora la capacidad de atención y concentración del niño además de su memoria.
- Favorece el aprendizaje y aumenta la habilidad creativa.
- Mejora del rendimiento académico.
- Efectivo en el tratamiento del TDA-H, ya que reduce los niveles de hiperactividad en el niño y mejora su atención.
- Es un buen regulador emocional (ataques de ira, frustración, tristeza), ayudando a desarrollar en el niño el autocontrol.
- Aumenta la consciencia de su propio cuerpo, adquiriendo así habilidades de autocuidado y salud.
- Mejora visiblemente las habilidades sociales del niño, aumenta su capacidad para comunicarse de forma asertiva, resolver conflictos y ser empático.
Resaltamos la importancia de introducir esta herramienta en los niños para conseguir cambios de conducta y evitar la reactividad emocional, al mejorar sus relaciones con los demás también mejora su autoestima y por tanto su sensación de bienestar y felicidad.
¿Cómo entrenar a los niños en el arte de la Atención plena?
Por supuesto a través del juego y propuestas creativas como, por ejemplo, llevar la cuenta de sus respiraciones durante el tiempo que suena una campana, tumbarse e ir sintiendo las distintas partes de su cuerpo, u observar el “tiempo” que hay dentro de ellos en este momento (si llueve, sopla un fuerte viento o luce el sol).
¿A partir de qué edad practicar?
No existe una edad específica para comenzar a introducir este saludable hábito en los niños. Pero generalmente la edad de inicio suele ser a partir de los 3 años y de ahí en adelante. El niño aprende a darse cuenta y ser consciente de lo que ocurre dentro de él. También a su alrededor. A partir de los 3 años son capaces de centrar su atención en la respiración, aunque sean unos cuantos segundos.