Existe una cierta resistencia general a acudir a un psicólogo o terapeuta en busca de ayuda cuando la necesitamos. Somos capaces de aceptar perfectamente una dolencia física. Incluso a veces podemos llegar a sentirnos cómodos de compartir nuestro “problema” o dolor con los demás. No lo sentimos tanto como una debilidad, ni tratamos de esconderlo. De esta forma, acudimos al especialista en concreto para tratar esta dolencia.
Sin embargo, cuando se trata de admitir que el “problema” es psíquico, ahí la cosa cambia mucho. Nos resistimos a aceptar que necesitamos ayuda. Negamos el estar mal porque tenemos un miedo inmenso a ser juzgados por ello…
No tengas miedo a tus problemas
Hay una creencia generalizada de que quien va al psicólogo o acude a terapia es porque “está loco”, o desequilibrado o con alguna tara psíquica importante. Nos sentimos amenazados en lo más profundo y entonces nos decimos a nosotros mismos cosas como: “Yo puedo gestionar esto solo”, o “esto no es un problema” y ahí es cuando empezamos a rechazar nuestras emociones. Y con ello rechazamos la situación que estamos viviendo tratando de culpar a los demás del problema.
Pero la verdad es otra muy distinta a la que tu mente te cuenta, la verdad es que no hay nada que resolver afuera, sino tan solo has de cambiar tu y eso conlleva un trabajo profundo de autoconocimiento y autoaceptación personal. Yo, a mis clientes no les hablo de terapia, sino de “proceso”; todos, absolutamente todos, necesitamos adquirir herramientas para una mejor gestión de las emociones, de hecho debería de ser asignatura obligada desde los primeros años de colegio.
La vida es compleja y el ser humano lo es más. No pasa absolutamente nada por pedir ayuda en algún momento de nuestra vida. Yo soy psicóloga, sí. He estudiado y desarrollado a lo largo de mi experiencia capacidades y habilidades para poder ayudar a otros en sus procesos de vida. Pero ante todo soy también una persona que siente y sufre, con mi propio proceso personal y soy muy consciente de que necesito trabajar cada día para mantener mi equilibrio emocional. Con esto, lo que quiero decir es que darnos cuenta de que somos “imperfectos y vulnerables” nos ayuda a soltar el sufrimiento. También nos ayuda a acercarnos a los demás desde un lugar de igualdad y de honestidad.
Conclusión
¿Acaso no cuidas tu alimentación? ¿No cuidas tu cuerpo realizando ejercicio? ¿Por qué no has de cuidar tu salud mental de igual forma? ¿Quién mejor que un especialista para ayudarte en un momento puntual de tu vida a atravesar ese bosque en el que te encuentras perdido? Quien es capaz de reconocer su vulnerabilidad empieza a encontrar sus verdaderas fortalezas. Aún con miedo, con vergüenza o desconfianza pide que se te tienda una mano cuando lo necesitas. No se nos pide que seamos perfectos, si no tan solo Humanos.