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Lipedema: causas y tratamientos para la acumulación de grasa

Ahora que se acerca el verano, y la época de calor, todos comenzamos a fijarnos más en nuestro cuerpo y nos entran las prisas por perder grasa y tener una figura mejor, ¿verdad? Pero ¿Te ha pasado que has bajado de peso, pero aún así la grasa de tus piernas no se reduce? ¿Haces mucho ejercicio y cumples con la dieta, pero el volumen de tus piernas no se reduce al igual que en el resto del cuerpo y tiene una distribución asimétrica? Además ¿Sientes dolor, pesadez, fatiga al andar? Puede que tu problema no sea la falta de ejercicio, ni las dietas, sino que podrías padecer un lipedema. Si quieres saber más sobre ello, quédate a leer esto, que te interesa.

¿Qué es el lipedema?

El lipedema es una patología crónica y progresiva, que afecta principalmente a las mujeres, y que se caracteriza por una acumulación excesiva de grasa (y además grasa patológica) en el tejido subcutáneo. Esta acumulación suele ser predominante en los miembros inferiores, las piernas; sin embargo, también puede acumularse en otras partes del cuerpo, como los brazos, el abdomen, la zona lumbar, etc.

Se produce una proliferación excesiva de las células grasas (adipocitos), que se van acumulando en el tejido subcutáneo, agrupándose en zonas concretas que se palpan endurecidas y producen dolor, sensación de pesadez y presión. Esta grasa acumulada, como decía antes, es una grasa patológica: dura, fibrótica, endurecida. La particularidad de esta patología es que esta acumulación de grasa simétrica, además, no responde a los cambios de volumen resultantes de seguir una dieta, ni al déficit calórico, ni al ejercicio físico, e incluso a la cirugía bariátrica.

Generalmente, se trata de una patología que suele estar subdiagnosticada, o es todavía muy desconocida por los profesionales, pues suele confundirse con otras, como el linfedema o la obesidad, a pesar de tener claras diferencias.

Grados de lipedema

El lipedema se clasifica en diferentes grados, según la severidad y la extensión, y el grado de evolución del mismo en el cuerpo. Generalmente suele clasificarse en 4 grados, aunque su sistema de clasificación puede variar según los expertos.

  • Grado I. La piel es normal, lisa, con ausencia de dolor al tacto y sin dureza. Sin embargo, se observan pequeñas zonas abultadas o duras de grasa, dentro del resto del tejido graso, que es blando.
  • Grado II. Comienza a endurecerse la piel y aumentan las irregularidades en la distribución de la grasa. Aparecen nódulos subcutáneos o acúmulos de grasa palpables, duros y dolorosos, y empieza a evidenciarse un aumento de volumen. Aparece la conocida piel de naranja, y también puede comenzar la aparición de hematomas.
  • Grado III. La piel ya es irregular, dolorosa al tacto, con notables cambios tróficos (equimosis), con aparición de acúmulos de diferentes tamaños que dan un aspecto irregular severo.
  • Grado IV. Existe lipedema con linfedema, lipolinfedema. Los vasos linfáticos quedan presionados y obstruidos, produciendo linfedema, con el que suele confundirse a menudo en su diagnóstico, y más tarde hablaremos de ello.

Además, según la distribución del mismo, también podemos realizar otra clasificación:

  • Tipo I. Pelvis, glúteos y caderas.
  • Tipo II. Glúteos, muslos hasta las rodillas, con pliegues de grasa en el interior de la rodilla.
  • Tipo III. Glúteos, muslos enteros y piernas enteras hasta los tobillos.
  • Tipo IV. Brazos, sin llegar a la muñeca.
  • Tipo V. Piernas aisladas.

Signos y síntomas

Es importante prestarle atención a los signos y síntomas de esta patología, ya que su diagnóstico estará esencialmente basado en ello. Los más comunes son:

  • Distribución simétrica de la grasa. Es una característica clave: la distribución simétrica en las extremidades, generalmente en las piernas. Es bilateral.
  • Aumento del volumen. Aumento del volumen de la zona involucrada, que además es incoherente con el volumen de otras zonas del cuerpo. Es decir, hay descompensación o desproporción del volumen entre la zona afectada por el lipedema y el resto del cuerpo.

  • Textura y apariencia de la piel. La piel lipedematosa suele caracterizarse por la presencia de irregularidades y hoyuelos de tacto duro. Pérdida de elasticidad de la piel.
  • Ausencia de signo de fóvea. La piel no queda marcada y hundida, si la presionamos con el dedo. Condición que en otras patologías sí ocurre, como en el linfedema.
  • Signo de Cuff. También denominado signo de la copa. Se produce por un aumento de la grasa en las piernas, que termina por encima del tobillo, dejando a éste sin afectar, y da una forma de copa.
  • Dolor o sensibilidad al tacto. Las personas que sufren lipedema suelen tener una gran sensibilidad al tacto en las zonas afectadas, incluso llegando a ser dolorosa con el roce o la presión. También puede existir sensación de pesadez, quemazón, hormigueo o dolor profundo, que a veces empeora tras la actividad física o la presión sobre el área afecta.
  • Facilidad de aparición de hematomas. Debido a la fragilidad de los vasos sanguíneos en las áreas afectadas.
  • Temperatura más baja en la zona afecta.
  • Aparición de venas varicosas o arañas vasculares.
  • Hinchazón y edema. Especialmente al final del día o tras periodos prolongados de pie o sentado. Puede contribuir a la sensación de pesadez o fatiga en las piernas, e incluso dificultar la marcha.
  • Fragilidad capilar. Se produce por la compresión de los capilares, que favorecen de la debilidad del vello.
  • Limitación de la movilidad. Resultado de la acumulación de la grasa, que limita el rango de movimiento y la flexibilidad.

 Prevalencia y epidemiología

Los estudios acerca del lipedema han demostrado que es una patología más común en mujeres que en hombres, y tiende a manifestarse típicamente después de la pubertad.

Se estima que afecta, aproximadamente al 11% de las mujeres adultas, pudiendo ocurrir en mujeres de todas las edades y niveles de actividad física. En países como Alemania, por ejemplo, se estima una prevalencia de entre el 6 y el 16% de la población de mujeres adultas.

Se trata de una patología todavía desconocida por la comunidad médica, a pesar de haber sido incluida por la OMS en la Clasificación Internacional de Enfermedades-ICD-11, en el año 2018.

La incidencia del lipedema, dado que es una patología crónica y subdiagnosticada, es difícil de determinar; se cree que muchas personas con lipedema pueden pasar desapercibidas o estar mal diagnosticadas, especialmente relacionando la enfermedad con la obesidad, la celulitis y con el linfedema.

 Causas y factores de riesgo

Todavía las causas del lipedema son un misterio para la ciencia, pero se conocen varias hipótesis al respecto, relacionadas con factores hormonales, principalmente, además de factores genéticos y ambientales. Te contamos algunas posibles causas y factores de riesgo relacionados con el lipedema:

  • Trastornos hormonales. Es la causa, o el factor de riesgo, más aceptado. Las hormonas femeninas, como los estrógenos y la progesterona, pueden influir en la aparición del lipedema. Especialmente, se considera su relación con los estrógenos, por lo que suele aparecer a lo largo de la pubertad, durante el embarazo, la menopausia, y también se relaciona con el uso de píldoras anticonceptivas; en definitiva, en cualquier momento en que la mujer experimente un cambio hormonal. Además, algunas patologías como la diabetes tipo II, el hipertiroidismo o los ovarios poliquísticos, pueden estar asociados a esta patología.
  • Factores genéticos. Existe evidencia que relaciona la aparición del lipedema con el componente genético. Las personas con antecedentes familiares de lipedema, tienen mayor riesgo de desarrollarlo en un futuro, especialmente si eres mujer.
  • Mala circulación. Algunas investigaciones relacionan problemas circulatorios o del sistema linfático con la aparición de lipedema. De hecho, en el estadio IV, ya se observa una disfunción del sistema linfático asociada.
  • Aunque es erróneamente confundida con el lipedema, en algunos casos coexisten ambas patologías, siendo la obesidad y el sobrepeso un factor de riesgo para el desarrollo del linfedema. Además, la obesidad – cuando coexiste – puede exacerbar los síntomas del linfedema y dificultar su manejo. Es importante destacar que, el lipedema puede aparecer en personas con ausencia de obesidad, y que están en su peso saludable.
  • Historial de trastornos linfáticos. Las personas con antecedentes de patología linfática, tienen mayor riesgo de desarrollar lipedema; y los problemas en el drenaje linfático pueden contribuir a la acumulación de grasa y líquido en el tejido.
  • Factores inflamatorios. Algunas hipótesis barajan una base inflamatoria en la aparición del lipedema, que sugieren un fallo del sistema inmunológico y del procesamiento de la inflamación, resultando de ello una acumulación anormal de grasa. Hay estudios que han demostrado la presencia de marcadores inflamatorios elevados en pacientes con lipedema.
  • Otros factores. Estrés, lesiones traumáticas, cirugías o cambios significativos de peso y/o volumen corporal, pueden desencadenar o empeorar los síntomas del lipedema, en algunas personas.

Es importante recalcar que el lipedema es una patología todavía muy compleja, multifactorial, y cuya interacción de los distintos factores se desconoce aún. Se necesitan más investigaciones acerca del tema para comprender bien las causas y los mecanismos que subyacen al lipedema.

Prevención del lipedema

Como ya hemos explicado anteriormente, el lipedema tiene unos factores de riesgo genéticos, hormonales y ambientales que no pueden cambiarse, así que es una condición que no se puede prevenir completamente. Sin embargo, hay algunas medidas que podemos adoptar para reducir el riesgo de padecerlo, o para controlar los síntomas si ya han aparecido:

  • Mantenerse saludable. Llevar un estilo de vida activo y mantener el peso corporal sano, para ayudar a reducir la acumulación excesiva de grasa.
  • Realizar ejercicio físico de manera regular. Realizar actividades físicas regularmente ayuda a mejorar la circulación, a mantener el sistema musculoesquelético en buenas condiciones y a reducir la acumulación de grasa. Como veremos más adelante, lo ideal es combinar ejercicio cardiovascular con el ejercicio de fuerza, en general.
  • Dieta equilibrada. Mantener una dieta saludable y equilibrada ayuda a mantener el peso corporal, a reducir la inflamación y a tener un buen aporte nutricional que nos permita un correcto funcionamiento de todos nuestros sistemas
  • Evita el estrés. El estrés es una condición proinflamatoria, por tanto, favorece la aparición de respuestas inflamatorias en el cuerpo.
  • Cuidado adecuado de la piel. Mantén correctamente la higiene de tu piel, intentando mantenerla limpia, hidratada y evita el uso de prendas de ropa que restrinjan la circulación sanguínea.
  • Consulta con un especialista. En caso de que tengas antecedentes familiares de lipedema, o notes cambios inusuales en la distribución del volumen corporal o la grasa; y especialmente si éstos no responden a tu programa de actividad física ni a tu dieta.

Recuerda que todas estas medidas contribuyen a controlar los síntomas y reducir el riesgo en cierta medida, pero no existe una forma garantizada de evitar su desarrollo, puesto que no se conoce todavía por completo el mecanismo de la patología, y puesto que es una patología crónica.

Diagnóstico

El diagnóstico del lipedema se basa principalmente en la evaluación clínica realizada por un profesional médico, guiada por ciertos criterios establecidos, habiendo descartado previamente otras enfermedades y, en ocasiones, con la ayuda de pruebas complementarias que respalden el diagnóstico.

Por ello, es importante acudir a un profesional, en caso de duda; para realizar una buena historia clínica, un examen físico completo, y pruebas complementarias. Además, el diagnóstico precoz del mismo es esencial para limitar el avance de los signos y síntomas, ya que detener completamente su proliferación no es posible, al ser una condición crónica y progresiva.

Diagnóstico diferencial: linfedema, obesidad, lipedema

Como ya venimos contándoos en esta publicación, a pesar de estar reconocido como enfermedad por la OMS, sigue siendo una patología desconocida y fácil de confundir con otras muchas en la consulta del médico. Por ello, es importante establecer las diferencias claras que existen entre éstas, para clarificar su diagnóstico:

  • Es una patología en la que se produce una acumulación del líquido linfático en el tejido subcutáneo, ya sea por una causa primaria (mal funcionamiento del sistema linfático) o secundaria (consecuencia de una cirugía, radioterapia, traumatismo u otra condición externa). Puede coexistir con el lipedema.
    • Ocurre en hombres y mujeres.
    • Suele tener una localización concreta y asimétrica, suele ser unilateral, aunque también puede darse de manera bilateral.
    • Presenta fóvea y disminuye con la elevación y la compresión.
    • No suele presentar equimosis
    • No suele producir dolor
    • Suele ir asociado a infecciones.
    • Signo de Stemmer positivo. Es un diagnóstico fiable para el linfedema. Se trata de una prueba en la que el profesional intenta pellizar la piel de la zona afectada por el linfedema, y ésta no se puede pellizar o es muy difícil de levantar. Sin embargo, que este signo sea negativo no implica que no haya linfedema.
  • Es una patología caracterizada por la acumulación excesiva de grasa corporal, por encima del índice de masa corporal (IMC) calculado en base a su peso y estatura, además de tener en cuenta otras condiciones y factores individuales.
    • Ocurre en hombres y mujeres
    • Presentación homogénea, generalizada en todo el cuerpo.
    • Sin edema, no varía con la elevación y la compresión.
    • No suele presentar equimosis.
    • No suele asociarse con dolor.
    • No suele asociarse con infecciones.
    • Ocurre, generalmente, en mujeres.
    • Presentación bilateral, simétrica en la zona afectada.
    • No presenta fóvea, ni se producen casi cambios con la elevación o la compresión.
    • Fácilmente presentan equimosis
    • Suele acompañarse de dolor o sensibilidad a la palpación
    • No suelen asociarse con infecciones.
    • Signo de Stemmer negativo.

Tratamientos

Con toda esta información que te he dado, es fácil preguntarse si hay tratamiento o se puede hacer algo para remediar su aparición. El tratamiento, en la actualidad, está dirigido a prevenir el empeoramiento de los signos y síntomas, así como la mejora de la calidad de vida del paciente. Es importante tener en cuenta que el lipedema es crónico y no tiene cura definitiva, pero existen diferentes enfoques terapéuticos que son efectivos en el manejo de los síntomas.

Podemos dividir el tratamiento en dos enfoques: enfoque conservador o enfoque quirúrgico.

Tratamiento conservador

Idealmente llevado a cabo por un equipo multidisciplinar, que incluye la medicina, la fisioterapia, la nutrición, la psicología, la actividad física y la estética.

Fisioterapia

  • Ejercicio terapéutico. Un programa de ejercicios supervisado e individualizado puede ser beneficioso para el trabajo y la mejora de la fuerza muscular, la movilidad articular, la circulación, la reducción del edema y la hinchazón, así como presentar beneficios a nivel psicoemocional.

  • Drenaje linfático manual (DLM). Esta técnica manual, realizada por un fisioterapeuta profesional, sirve para ayudar al drenaje de líquidos acumulados y mejorar la circulación linfática. Ayuda a reducir el edema, mejorar la textura de la piel y aliviar la pesadez y el malestar resultante.
  • Terapia de compresión. El uso de vendajes de compresión graduales, como medias de compresión, pueden ayudar a la reducción de la hinchazón y la mejora de la circulación linfática y sanguínea. Estas prendas deben ser recomendadas por el profesional y deben ser personalizadas para cada paciente.
  • Movilizaciones pasivas y activas. Ayudan a mejorar la circulación, y la movilidad general de los miembros afectados.
  • Terapia manual circulatoria.

  • Vendaje neuromuscular. Kinesiotaping. Es una técnica reciente que puede aliviar los síntomas provocados por el edema, y la retención de líquidos.
  • Diatermia. Ayuda a reducir el edema, así como acelerar los procesos de la reparación tisular, mejorando el aspecto de la piel y la distribución de la grasa en la misma.
  • Láser. Contribuye a reducir la inflamación y la hinchazón resultante, así como la eliminación de grasa.
  • Mejora la circulación, y estimula la eliminación de grasas, líquidos y sustancias de desecho del cuerpo.
  • Terapia diamagnética – con la novedosa bomba diamagnética, una bomba de agua que mediante una corriente eléctrica genera un campo magnético de alta intensidad. Lo que permite trabajar a altas intensidades, mediante baja frecuencia, lo que evita que los tejidos se lesionen. Gracias a su efecto, podemos movilizar líquidos (inflamación o edema), podemos regenerar tejidos (bioestimulación) y podemos controlar el dolor.

 

  • Mesoterapia. Mediante la inyección de vitaminas, hormonas, enzimas o fármacos, para combatir la acumulación de grasa localizada.
  • Nutrición. La ayuda del nutricionista, con una dieta equilibrada y personalizada, puede ayudar al manejo del peso corporal y puede ayudar al control del lipedema. También puede incluirse una dieta antiinflamatoria, rica en alimentos naturales, antioxidantes y ácidos grasos esenciales.
  • Apoyo psicológico. Dado el impacto que supone en la autoestima, la percepción corporal, y la calidad de vida del paciente; el apoyo psicológico es vital, a través de la terapia individual o grupal, para el manejo del estrés, la ansiedad, la aceptación personal y el manejo de la patología, entre otros.  

Tratamiento quirúrgico

Se ha descubierto recientemente una nueva terapia quirúrgica conocida como Liposucción WAL, que consiste en la retirada de la grasa patología con una técnica de liposucción que utiliza agua a presión.

Esta técnica consigue extraer las células adiposas enfermas de forma selectiva. Sin embargo, como cualquier cirugía, esto conlleva una serie de complicaciones asociadas como puede ser la formación de adherencias, fibrosis o infecciones. Y, en cualquier caso, este enfoque de tratamiento deberá ir acompañado de otras terapias conservadoras, como la fisioterapia y la nutrición, para garantizar su efecto.

Además, también hay que tener en cuenta que esta patología es una patología crónica y progresiva, por lo que la cirugía en muchos casos no detiene la proliferación de estas células adiposas, y generalmente, suele volver a aparecer con el tiempo.

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