En el cuerpo tenemos unas estructuras de tejido conjuntivo en forma de bolsa que contienen líquido sinovial. ¿Cómo se denominan? Son las llamadas bursas.
Se localizan entre algunas superficies articulares, tendones o músculos, para servirles de amortiguación de la carga, mejorar el deslizamiento y evitar la fricción de las superficies, durante los movimientos. Dentro de ellas, como hemos dicho, se contiene el líquido sinovial: un tipo de sustancia viscosa y lubricante que mejora dicha función.
Cuando se produce una inflamación de estas estructuras, denominadas bursas, es cuando hablamos de bursitis.
La bursitis, por tanto, es una patología en la que se produce una inflamación de la bolsa o bursa serosa. Esta inflamación puede ser aguda (si los síntomas aparecen recientemente y asociados a inflamación) o crónica (en caso de repetidas bursitis agudas, o cuando la recuperación de una bursitis aguda ha sido incompleta y los síntomas permanecen durante varias semanas o meses).
¿Cómo funcionan las bursas en mi cuerpo y por qué se inflaman y duelen tanto?
Para que lo entendamos mejor, vamos a poner el ejemplo de la rodilla. En la rodilla existe una bursa debajo de la piel y encima de la rótula (localizaréis este hueso si os tocáis justo el centro de la rodilla; es el que le da forma convexa a la articulación de la rodilla).
Esta bolsa que se encuentra entre la piel y la rótula, sirve para amortiguar la carga o posibles golpes en la articulación (como cuando nos ponemos de rodillas en el suelo), y también para lubricar la zona y mejorar el deslizamiento y su función.
Entonces, imaginémonos un garaje de coches. Seguro que todos estamos visualizando la típica plaza de aparcamiento rodeada de gomaespuma, y con las esquinas llenas de planchas de amortiguación, ¿verdad? Bien, pues las bursas son esas planchas de amortiguación que le pondríamos a la esquina de nuestra plaza de garaje, para evitar que se nos aboye o raye el coche. Y para que, en caso de que le rocemos contra la pared, amortigüe dicho roce y no sufra ningún daño la chapa.
Ahora que lo hemos entendido un poco mejor su mecanismo de acción, podemos descubrir por qué se inflaman y duelen tanto.
Las bursas son estructuras ricamente inervadas, y el líquido sinovial de su interior está formado por múltiples componentes (proteínas plasmáticas, azúcares y lípidos, células, moléculas lubricantes, enzimas proteolíticas…) en los que destacan las citoquinas (proinflamatorias y antiinflamatorias).
Además, debido a esa rica inervación, la sustancia P (sustancia inflamatoria y neurotransmisor implicado en la transmisión del dolor) tiene gran cabida. Esta sustancia se encuentra en nuestro sistema nervioso central y periférico. Cuando existe un daño en un tejido, los receptores de ese daño en nuestro organismo sintetizan esta sustancia para avisarnos del daño que está sucediendo y ponerle remedio.
Por ello, cuando la bursa se ve afectada por microtraumatismos, presiones excesivas o fricciones repetitivas, la sustancia P comienza a aumentar en la bursa, produciendo vasodilatación (inflamación) y dolor.
En resumen: cuando existe un daño en la bursa, se empiezan a liberar diversas sustancias, entre las cuales se encuentra la sustancia P, produciendo vasodilatación y aumentando el dolor. A mayor sustancia P, mayor dolor e inflamación habrá en la zona.
Las causas de la bursitis
Las causas principales de una bursitis pueden ser:
- Mecánicas:
- Gestos repetitivos que producen microtraumatismos, friccionando la bursa y provocando su inflamación.
- O también presiones excesivas, o mantenidas en el tiempo, sobre la articulación.
- Un golpe directo en la articulación o el estiramiento excesivo de la bursa en una luxación.
- Inflamatorias o sistémicas: asociadas a alguna/s patologías previas, como una infección, artritis reumatoide o gota.
Además de esto, también hay otros factores relacionados con su aparición: cambios en el nivel o intensidad de la actividad o entrenamiento, o el sobrepeso.
Bursas más afectadas
Generalmente, cualquier articulación con bursa sometida a los factores descritos anteriormente puede sufrir una bursitis. Sin embargo, existen zonas en las cuales es más frecuente sufrirla:
- Hombro: bursitis subacromial. La bursa que existe entre el borde inferior del acromion y el borde superior del húmero (la denominada falsa articulación subacromial) se inflama, pudiendo derivar no sólo en bursitis, sino en compromiso del tendón del supraespinoso que pasa justo por debajo. Seguro que, a muchos con dolor de hombro, les suenan estas palabras.
- Codo: bursitis olecraniana. En la región posterior del codo, en la bursa que se encuentra en el olécranon, donde se inserta el tríceps.
- Cadera: bursitis de cadera o trocanteritis. La cadera es una zona en la que abundan las bolsas serosas, existen cuatro. Una de ellas se sitúa entre el trocánter mayor y el glúteo menor, otra entre el glúteo medio y el trocánter mayor; pero la más importante de ellas se localiza entre el glúteo mayor y el tensor de la fascia lata (a veces, llegando a ocasionar síndrome de la cintilla iliotibial o rodilla del corredor, por rozamiento del TFL sobre el trocánter en movimientos repetitivos).
- Rodilla: bursitis prepatelar (como la del ejemplo del garaje) o de la pata de ganso. En la bursitis prepatelar, lo que se produce es la inflamación de la bursa situada en la parte anterior de la rótula. En cambio, en la bursitis de la pata de ganso, se produce en la parte inferior e interna de la rodilla, por inflamación de la bursa que existe entre los tendones de la pata de ganso y la parte medial de la tibia, en la que se insertan.
- Tobillo: bursitis del tendón de Aquiles. Se inflama la bolsa sinovial que se localiza entre la piel y el tendón de Aquiles, o la bolsa entre el calcáneo y el tendón.
Los factores de riesgo de la bursitis:
- Algunas profesiones en las que sea frecuente el uso repetitivo de algunas articulaciones; por ejemplo: los albañiles, que apoyan mucho las rodillas en el suelo; los carpinteros, por el uso repetitivo del hombro…
- Deportes como los tenistas, algunos deportes de impacto en los que existen caídas o golpes frecuentes (boxeo, judo, karate) …
Síntomas:
La bursitis es una patología bastante incómoda. Sus síntomas pueden aparecer de forma repentina o ir evolucionando e incrementando su intensidad.
- Dolor con el movimiento de la articulación afectada.
- Dolor con el reposo de la articulación.
- Dolor a la palpación.
- Limitación del movimiento o rigidez.
- Inflamación: hinchazón, rojez, aumento de la temperatura de la zona, edema…
- Debilidad muscular.
¿Cómo se diagnostica la bursitis?
Hay varias formas de diagnosticar esta patología. En casos en los que las bursas están muy superficiales, podría ser suficiente con la exploración, palpación, anamnesis y pruebas ortopédicas manuales.
Sin embargo, en casos en los que es más difícil realizar este tipo de pruebas porque la bursa está muy interna, o porque tengamos dudas del diagnóstico, se utilizan pruebas de imagen: resonancia magnética o ecografía, suelen ser las pruebas de elección.
Además, en caso de que la inflamación de la bursa proceda de causas sistémicas, puede pedirse un análisis de laboratorio, para identificar la causa de dicha inflamación.
El tratamiento de fisioterapia:
El tratamiento, sobre todo en sus estadios iniciales, será esencialmente conservador e irá destinado a lidiar con la inflamación y a devolver el normal movimiento de la articulación.
Para ello, en fisioterapia nos serviremos de estas posibilidades de tratamiento:
- Corrección de postura o gesto: para acabar con el origen de la misma, si es el caso de una bursitis de causa mecánica por repetición de movimientos.
- No debe aplicarse compresión sobre la articulación, a diferencia de otras situaciones en las que hay inflamación, como pudiera ser un esguince.
- Reposo relativo, nada de reposo absoluto.
- Electroterapia – encaminada a disminuir la inflamación y el dolor (Ultrasonidos, Onda corta y Microonda, TENS, diatermia…) Después, cuando la patología ha evolucionado, podemos servirnos de técnicas más avanzadas como la EPI (Electrólisis Percutánea Intratisular) o las Ondas de Choque.
- Crioterapia – hielo para la inflamación, especialmente en los estadios agudos.
- Terapia manual – Masoterapia de zonas adyacentes para mejorar el estado de la musculatura adyacente y liberar cargas y presiones a la articulación; o, también, técnicas articulares como Mulligan para ganar rango de movimiento y eliminar dolor; o Cinesiterapia.
- Estiramientos– para conseguir relajar la musculatura y aumentar el rango de movimiento articular.
- Fortalecimiento muscular y readaptación – importante para ganar fuerza, reducir el dolor y aumentar también el rango articular.
- Reeducación propioceptiva.
Tratamiento farmacológico y médico
El tratamiento farmacológico se basa en la administración de analgésicos y antiinflamatorios orales, para luchar contra la inflamación y el dolor.
En cuanto al tratamiento médico, en algunas ocasiones se procede a realizar una artrocentesis (aspiración del líquido contenido), o pueden realizarse infiltraciones de anestésicos o corticoides.
Es bastante remota la necesidad de cirugía, salvo que todos los tratamientos anteriores no tengan buen resultado.
Podología
En patologías más concretas como la bursitis de rodilla o Aquílea, a veces es recomendable la realización de un estudio de la pisada, puesto que frecuentemente este tipo de lesiones puede ser consecuencia de una mala pisada (frecuente en corredores).
Sobre la prevención, y algunos consejos
- Evita el sobrepeso
- Evita el sedentarismo.
- Mantente activo y realiza algún tipo de actividad física, adaptada a ti y a tu situación. Por ejemplo, pilates.
- Valora realizar un estudio de la pisada o el uso de plantillas, si crees que el origen de tu problema puede venir de la pisada.
- Presta atención al calzado que llevas, especialmente en la zona posterior, para que no ejerza excesiva presión.
- Evita los deportes de impacto, durante el período álgido y de inflamación.
- Evita ejercer presión excesiva y repetitiva sobre la zona afectada, como mantenerte mucho tiempo de rodillas o recostado sobre el mismo lado.
- Puedes usar almohadas para las zonas de mayor fricción, si vas a pasar mucho tiempo en una posición con presión mantenida.
- Evita llevar peso sobre la misma zona siempre (como, por ejemplo, el bolso sobre el mismo hombro siempre, o muy pesado).
- Si vas a realizar actividades repetitivas, ayúdate de dispositivos eléctricos o mecánicos, para realizarlo.
- Consulta a tu médico o fisioterapeuta, si tienes este tipo de sintomatología.
- Usa crioterapia en caso de que exista inflamación.
Ejercicios para evitar la aparición de una bursitis
Estos ejercicios pueden servirte para evitar la aparición de una bursitis, o para trabajar la bursitis, en caso de que hayamos superado las etapas iniciales del tratamiento y estemos en periodo de readaptación, con el visto bueno del fisioterapeuta y/o médico.
Aquí te dejo algunos ejercicios que implican las principales articulaciones que pueden sufrir una bursitis:
- Hombro
- Cadera
- Rodilla
Bibliografía
- González Duque A., José Reina C. de, Vaquero Martín J. Bursitis trocantérea. Medifam . 2003 Ene ; 13( 1 ): 43-48.
- Schramme M, Schumacher J. Management of Bursitis. En: Equine Surgery. Elsevier; 2019. p. 1399–411.
- Nchinda NN, Wolf JM. Clinical management of olecranon bursitis: A review. J Hand Surg Am . 2021;46(6):501–6.